miércoles, marzo 19, 2014

LA REVANCHA DEL PUEBLO DE LOS ESPEJOS


Aquí comienza la gran revancha de la alteridad, de todas las formas que, sutil o violentamente privadas de su singularidad, plantean ahora al orden social, pero también al orden político y al orden biológico, un problema irresoluble.
«En aquellos tiempos, el mundo de los espejos y el mundo de los hombres no estaban aislados entre sí. Eran, además, muy diferentes: ni los seres, ni las formas, ni los colores coincidían. Los dos reinos, el de los espejos y el humano, vivían en paz. Se entraba y se salía de los espejos.
Una noche, la gente de los espejos invadió la tierra. Su fuerza era grande, pero después de sangrantes batallas, las artes mágicas del Emperador Amarillo prevalecieron. Rechazó a los invasores, los aprisionó en los espejos y les impuso la tarea de repetir, como en una especie de sueño, todas las acciones de los hombres. Les privó de su fuerza y de su figura y los redujo a simples reflejos serviles. Un día, sin embargo, se liberarán de este letargo mágico... Las formas comenzarán a despertarse. Diferirán poco a poco de nosotros, nos imitarán cada vez menos. Romperán las barreras de cristal y de metal y esta vez no serán vencidas.»
Borges, La fauna de los espejos

Ésta es la alegoría de la alteridad vencida y condenada al destino servil de la semejanza. Así que nuestra imagen en el espejo no es inocente. Detrás de cada reflejo, de cada semejanza, de cada representación, se oculta un enemigo vencido. El Otro vencido y condenado a ser sólo el Mismo. Esto ilumina con una luz singular el problema de la representación y de todos esos espejos que nos reflejan «espontáneamente» con una complacencia objetiva. Nada de todo eso es cierto, y cada representación es una imagen servil, fantasma de un ser antes soberano, pero cuya singularidad ha sido aniquilada. Pero que un día se rebelará, y entonces todo nuestro sistema de representación y de valores está destinado a perecer bajo el peso de la revuelta. La actual esclavitud de lo mismo y de la semejanza se romperá un día con la reaparición violenta de la alteridad. Soñábamos con pasar al otro lado de los espejos, pero son los pueblos de los mismos espejos los que irrumpirán en nuestro mundo. Y «esta vez no serán vencidos».
¿Qué ocurrirá con esa victoria? Nadie lo sabe. ¿Una nueva existencia de dos pueblos igualmente soberanos, absolutamente extraños pero absolutamente cómplices el uno del otro? Nada que ver en todo caso con la sujeción y la fatalidad negativa actuales.
Así que, en todas partes, los objetos, los niños, los muertos, las imágenes, las mujeres, todo lo que sirve de reflejo pasivo en un mundo a lo idéntico, está dispuesto a pasar a la contraofensiva. Ya cada vez se nos parecen menos...

I'll not be your mirror!

En suma: nos hallamos ante un doble intento: el de una realización del mundo, de una realidad integral, y el de una continuación de la Nada (de la que el libro forma parte). Ambos están condenados al fracaso. Pero mientras el fracaso de un intento de realización es necesariamente negativo, el fracaso de un intento de aniquilación es necesariamente vital y positivo. Así pues, el pensamiento, que sabe que  fracasará en cualquier caso, debe apuntar a objetivos criminales. Una empresa que apunta a objetivos positivos no puede permitirse el fracaso. La que apunta a objetivos criminales se ve obligada a fracasar. Ésta es la práctica bien templada del principio del mal.
Si el sistema fracasa en ser todo, no quedará nada. Si el pensamiento fracasa en no ser nada, quedará algo.



De "El crimen perfecto" de Jean Barudrillard